Cuando era
pequeño mi abuelo siempre me decía; Hijo, el más valioso tesoro que posee el hombre,
es su palabra. La palabra es el sustento de credibilidad y confianza del
individuo ante la sociedad.
La palabra de
un hombre es tan poderosa que puede abrir cualquier puerta durante su camino,
pero también puede cerrarla para siempre. ¡Así que se piénsalo dos veces antes
de darla!
En mis
tiempos (contaba mi abuelo), logre mantener relaciones de negocios de muchos
años, sin nunca tener la necesidad de firmar un solo contrato. Es más, el solo
preguntarlo era ofensivo, ya que eran relaciones basadas en el honor y la
confianza.
Lo mismo paso
con tu abuela (decía), vivimos cosas muy difíciles y tuvimos grandes diferencias,
pero ninguna tan poderosa como para romper mi palabra de estar juntos hasta la
muerte.
Desafortunadamente
para nuestra generación, aquel concepto romántico de la palabra alineada al honor
y la confianza, no existe más.
Se nos ha hecho
tan común decir y sin hacer, que la única forma de confiar y de creer en alguien
es través de un documento con firma.
Nuestra
palabra se ha convertido una moneda de cambio que se inclina por la opción más conveniente
y no por la más congruente.
Hemos perdido la responsabilidad y valor de
nuestras palabras, pero sobre todo hemos perdido la capacidad de creer en los
demás y en nosotros mismos.
“ Las cosas
no se dicen se hacen, porque al hacerse se dicen solas “ – Proverbio holandés
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